EL EJEMPLO DE LOS HERMANOS MÁRTIRES DE BUGOBE
Motivación
El miércoles recordamos que, el 31 de octubre de 1996, cuatro Hermanos Maristas españoles sufrieron el martirio en Bugobe. Se cumplen, por lo tanto, 27 años de este acontecimiento que hoy llevamos a nuestra oración
Cuatro Hermanos Maristas que trabajaban en nuestros colegios –uno de ellos en San José del Parque- sintieron esa llamada de mostrar el cariño que Dios tiene a todas las personas del mundo. Quisieron hacer realidad ese sueño de vivir como Hermanos con aquellos que, por ser diferentes, eran perseguidos. Y cuando llegó el peligro, se quedaron con ellos, aunque sabían que ponían en riesgo su vida.
Aquél 31 de octubre de 1996 los hermanos Servando Mayor, Miguel Ángel Isla, Fernando la Fuente y Julio Rodríguez eran asesinados en el campo de refugiados de Bugobe, en el Congo. Llevaban trabajando desde 1995 en el inmenso campo de Nyamirangwe, asegurando la educación a los niños, ayudando en la liturgia, proporcionando multitud de servicios con el coche y con el molino. Sus escritos y sus cartas hablan con insistencia de su auténtico amor y de su apego visceral a los refugiados que se habían convertido en su auténtica “familia”.
Entregaron sus vidas al Señor al escuchar su llamada y le siguieron en ese calvario del campo de refugiados en el que tantas personas agonizaban: los refugiados, su nueva familia, más amada que la familia que habían dejado en España. Como el Señor amaron hasta el final. En ellos brilla ciertamente una cosa: el amor. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”.
También nosotros, en el colegio y en la vida diaria, siempre tendremos dificultades. Pero ante ellas, podemos decir a los demás que somos capaces de afrontarlas y superarlas.
Y no solo con las palabras; es importante que nuestro esfuerzo, nuestro compromiso y una buena dosis de ilusión y confianza, muestren lo importante que es para nosotros afrontar las dificultades con esperanza en el día a día. Que los Hermanos Mártires de Bugobe sigan siendo ejemplo en nuestra entrega.
Lectura de la Palabra de Dios (Juan 15, 9-17)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo concederá. Esto es lo que les mando: que os améis unos a otros.”
Palabra de Dios
¿QUIÉNES ERAN ESTOS CUATRO HERMANOS?
¿Quiénes eran esos cuatro hermanos? Los cuatro eran españoles, pero con una historia humana bien concreta. Y los cuatro dejaron una misión para acudir a otra misión más difícil.
SERVANDO vivía su primera experiencia misionera. Era el superior de la comunidad de Bugobe. Procedía de la Provincia de Bética donde era consejero provincial y miembro del equipo de animación pastoral. Tenía 44 años en el momento de la tragedia.
MIGUEL ÁNGEL había vivido 13 años en Argentina y 22 años en Costa de Marfil donde había sido superior del Distrito. Contaba 53 años.
JULIO había trabajado 14 años en el Congo y se había unido a la comunidad de Bugobe en mayo de 1996. Era el más joven del grupo y acababa de celebrar los 40 años cuando fue asesinado.
FERNANDO había vivido la mayor parte de su vida en Chile donde era formador, consejero provincial, pintor y poeta. Sólo llevaba un año entre los refugiados. Era el de más edad del grupo, aunque no había cumplido todavía los 53 años.
“Fueron cuatro Hermanos Maristas sencillos, pero excepcionales. El afán diario para servir a los refugiados suponía un trabajo agotador… y muchas frustraciones. Sus consuelos eran sencillos e inmediatos: la sonrisa y la muestra de agradecimiento que recibían de unas madres cuando terminaban, rendidos, la tarea de distribuir comida a los niños desnutridos; los momentos de felicidad compartidos con miles de criaturas que lograban sobrevivir un día más, pequeñas victorias ganadas para establecer un poco más de justicia… Compartían la inseguridad, las penas, los miedos y las frustraciones de los refugiados, pero no su política, sus odios…
Tenían que limitarse a estar sencillamente con la gente que sufría, incapaces de modificar las causas subyacentes a estos sufrimientos, mostrándose como hombres de fe, esperanza y amor, en las horas más amargas de este pueblo. No eligieron la muerte, pero, junto con aquellos miles de personas a los que habían venido a servir, murieron como víctimas de un vergonzoso y repugnante capítulo de la historia de la humanidad. Su experiencia es la expresión de una fraternidad que nos urge más que mil palabras.”
Había muchas razones prácticas para quedarse junto a los refugiados hasta el final… Su presencia tenía un efecto de calma y de confianza para la gente desesperada y llena de pánico. Habían conocido otros momentos en los que los refugiados abandonaron el campo y regresaron; querían los Hermanos ser, ante el mundo exterior, la voz de los refugiados, para mostrar a todas las naciones la catástrofe humana que estaban presenciando. Pero tenían motivaciones más profundas. Los Hermanos habían vivido tan cercano a la gente, ‘nuestra nueva familia’, y se habían identificado tan estrechamente con ellos, ocurriera lo que ocurriera, que cualquier sugerencia de alejarse no sólo era respondida con la negativa, sino que era casi tomada como una ofensa. Para ellos era una cuestión de fidelidad al pueblo que habían llegado a amar, de fidelidad a una misión que consideraban como privilegio que se les había concedido (‘el mayor de los regalos’ en palabras de Fernando), de fidelidad a su vocación de Hermanos que siguen a Jesús hasta la cruz. En su oración comunitaria estas ideas surgían constantemente.”
Peticiones: A cada petición respondemos: Te lo pedimos, Señor
- Oramos todos los pastores de la Iglesia, para que guiados por el Espíritu sean portadores de la luz del Evangelio al mundo, iluminado con el mensaje de Jesús la vida de los hombres. OREMOS.
- Oramos por todos los jefes de gobierno y responsables políticos, para que no descansen en la búsqueda de relaciones pacíficas y solidarias y en todo lo que conduce a la paz, progreso y desarrollo de los pueblos. OREMOS
- Oramos por la paz en todas las naciones para que cesen las guerras. Que todos caminen hacia la unidad y la prosperidad. OREMOS
- Oramos por todos los Hermanos Maristas que trabajan en zonas de conflicto, recordamos de modo especial a los “Hermanos azules de Alepo”, para que Dios los fortalezca en su entrega diaria. OREMOS
- Oramos por todos los que formamos nuestra comunidad Educativa de San José del Parque, para que allí donde estemos, trabajemos por la paz y la fraternidad y seamos signos vivos de la presencia de Jesús entre los que nos rodeen. OREMOS
Gracias por los Hermanos Maristas de Bugobe: TESTIGOS DE ESPERANZA. (Todos)
Señor, te damos gracias
por todas las personas
que trabajan
en paz y los que construyen
un mundo más digno para los pobres.
Enséñanos a amar, a luchar y sonreír
como los Hermanos Maristas de Bugobe,
para que florezca la esperanza
en el corazón de todos
y crezcamos en entrega y generosidad.
CANCIÓN
Esta canción se ha hecho para recordar este acontecimiento de los Hermanos de Bugobe… Es una oportunidad de dar gracias a Dios por su ejemplo y rezar por tantas personas que sufren en cualquier rincón del mundo